lunes, 8 de noviembre de 2010

La Dama Negra


La dama vestía de negro, la larga falda le tapaba los pies y un corpiño de terciopelo se le ceñía al torso. Una capa igual de oscura y aterciopelada le caía por detrás de los hombros, los cuales dejaba al descubierto el vestido escotado, solo cubrían sus brazos un par de brazaletes a los que unas piezas de seda negra iban unidas. Estas caían rozando su piel, casi llegando al estirar las extremidades hasta el bajo del vestido. Lucía un collar de plata que había sido trabajada con maestría por el mejor artesano del reino de Althanor, formando unas florituras espléndidas y en el centro de la joya brillaba una piedra negra. Llevaba también numerosos anillos en sus delgados dedos, todos de plata con piedras preciosas.
Sus cabellos caían como una cascada de azabache por sus hombros, liso y suave como ninguno. En su frente había colocado una tiara hecha de finos hilos de plata que se trenzaban sobre su cabeza, contrastando con la oscuridad de su cabello.
Su piel era tersa y lisa, sin una sola impureza, suave debido al intensivo cuidado que le daba. Su piel era oscura, del color del chocolate, no tan negra como su cabello, o su vestido, sino de tono tostado y brillante. Sus rasgos relucían a la luz del Astro.
Sus facciones eran suaves, limpias, tenía un rostro muy agradable, pero siempre serio, era prácticamente imposible sonsacarle una sonrisa a aquella dama negra. Su nariz perfecta, recta y del tamaño adecuado, sus labios rojos como la sangre que los llenaba, su cuello erguido, largo y siempre bien estirado, delgado y tremendamente elegante. Y sus ojos, aquellos ojos terribles. Esos ojos fríos, muertos. Quizás la belleza de aquella dama habría resultado cálida si no hubiese sido por aquellos ojos. Unos ojos completamente blancos. Sin el color que normalmente adorna las esferas blancas y rodean la pupila, ella, poseía unos ojos vacíos, blancos, muertos. Como si ni una gota de sangre la recorriera por dentro. Sin embargo ella vivía en nuestro mundo, el mundo de los vivos, ella era la Dama Negra, ella existía a pesar de que en sus ojos no se veía atisbo de vitalidad.
Y es que la Dama Negra no era como los demás. No era un hada, no era un troll, no era una ninfa ni un súcubo. No era elfa, ni barck, ni hechicera. La Dama Negra era un ser único, inigualable, cuya oscuridad la hacía especial.