martes, 24 de mayo de 2011

The Void

Un instante después todo estuvo negro. Parecía que la explosión hubiese deshecho la realidad en sí y una profunda nada era lo único que se podía ver, aunque realmente era eso lo que se veía, nada. Estiró su mano en busca de algo. Algo en medio de nada. Algún ser al que aferrarse… nada. Movió su mano hacia la izquierda, muy despacio, muy lentamente. Sus dedos se agitaban. Ya no sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados. O quizás ni siquiera tenía ojos, quizás estos se habían marchado en la explosión, junto con el resto de la realidad. Siguió girando su cuerpo, buscando algo, con la mano extendida. Y entonces halló algo. Sintió que sus dedos rozaban una figura que le resultaba familiar. Estaba caliente y suave. Se movía, estaba viva. La aferró con fuerza y descubrió que era una mano. Una mano de piel suave y cálida. El corazón le empezó a latir salvajemente, y así descubrió que este seguía en su pecho, que no había desaparecido aún. Tomó la mano con las suyas. Y otra mano se unió mientras las otras tres se estrechaban entre si y se acariciaban. Decidió investigar que había más allá de las manos, y deslizó las suyas hacia arriba y encontró unos brazos, y después un cuello, y después una cabeza con una cara y unos ojos y una boca que besó desesperadamente. Y se abrazaron. Los dos seres en mitad de la oscura nada. En mitad de la muerte. En mitad de la espiral de dolor que poco a poco iba deshaciéndose. Y entonces supo que había tenido los ojos abiertos, pues los cerró fuertemente en el beso.